LOS OLVIDOS DE BRAVONEL «El Catrín»

Aunque Bravonel refiere que fué en el barco pesquero»El Neptuno» en el que se embarcó por primera vez, la verdad es que el primer viaje como invitado fué 8 años antes cuando apenas estaba por cumplir los 18 años y fué en un barco llamado «El Catrín».
Bravonel por esos años y estando sin trabajo, estaba como aprendiz de mecánico en el taller eléctrico de Pedro Inda que estaba ubicado por la calle Hidalgo entre Artículo 123 y Mazatlán, Amado y Flavio sus amigos panaderos se habían ido a Mazatlán a buscar suerte en la pesca en pleno auge de la pesca de camarón, Amado había regresado como dos veces al pueblo y se le veía que le estaba yendo bien, Bravonel sabía que otro amigo suyo; Gaude, hijo de Jacinto quien por muchos años tuvo un puesto de revistas en el Jardín de la Madre, también había conseguido trabajo en un barco junto a su tío «El chelello», personaje muy popular en Ruiz y que ahora era cocinero, y aunque a Bravonel nadie le había hecho la invitación, le llamaba la atención dejar de ser panadero y emprender nuevas aventuras.

Una madrugada oyó un grito que semejaba en mucho al que Pedro Infante grabó en sus canciones de desamor y al momento supo que era Amado, se levantó y vió que eran las cuatro de la mañana, salió y lo saludó, a la luz de la luna vió que su amigo traía en la mano una botella de tequila de la que le ofreció un trago, Amado preguntó por su compadre Joaquín «El Kiry» y en menos que lo escribo ya estaban camino a su casa, en ese tiempo Joaquín estaba cuidando una casa que rentaba un cuñado de él llamado Chabelo en la esquina de Mazatlán y Laureles, en contra esquina de la tienda de Los Lira, allí había vivido muchos años antes el buen Sidronio, un taquero que tuvo su carreta muchos años enfrente del Cine Eden.

Llegaron Amado y Bravonel y Joaquín les abrió la puerta y los invitó a entrar, pronto iniciaron la plática entre risas de alegría y tragos de tequila, Amado les platicó que andaba de «pavo»(grumete)en un barco y que en unos días mas saldrían nuevamente a pescar, Bravonel le preguntó si habría trabajo para él y Amado dijo que lo invitaba para que lo conocieran los patrones y a la vez se diera cuenta en qué consistía el trabajo, hubo muchos tragos de tequila por la alegría de volverse a encontrar.

A los tres días estaban esperando el tren «burro» como le llamaban al tren de segunda que los llevaría a Mazatlán, luego de una larga espera se oyó el potente silbato por el crucero de «la arrocera» y en cuanto llegó a la estación Amado y Bravonel treparon rápidamente y se hicieron de dos asientos, en pocos minutos estaban sobre el puente del Rio San Pedro, muy de madrugada llegaron a Mazatlán y se acomodaron en una banca de la sala de espera y allí durmieron hasta que amaneció y empezaron a pasar camiones, abordaron uno que los llevó hasta la colonia Estero frente a la nueva Central Camionera, allí Bravonel conoció a Santos la hermana de Amado y Flavio, a René el esposo de Santos y dos niños pequeños; Renecito y Edith; hijos del matrimonio, la casa era amplia, con baño y el patio grande que se extendía hasta la calle de atrás.

René era de carácter fuerte, alto, de cuerpo atlético, le gustaba la música ranchera y dos de sus artistas favoritos eran; Beatriz Adriana y Felipe Arriaga, luego de planear el viaje que sería al siguiente día, Flavio y Amado junto con Bravonel fueron a visitar a otro hermano que tenían en la colonia Juárez de nombre Eleuterio al que de cariño le decían Tello, así lo hicieron y para coronar la plática se metieron a una cantina llamada «La espinita» allí se tomaron varias cervezas acompañadas de una rica botana de carne asada preparada por uno de los cantineros, para no hacer largo el cuento a las 8 de la noche ya muy alegres andaban cerca del Monumento al pescador y aquel póker de ases se dirigió a una cantina que se llamaba La Perla, allí se integraron al grupo dos jóvenes más, debido al aspecto de cholos no los dejaron entrar, se hizo una alegata donde intervino la policía y también a Amado le prohibieron el acceso, solo entraron entraron Flavio, Tello y Bravonel, el mesero al ver al menor de edad dijo:

-A él no le podemos servir cerveza, si acaso un vaso de leche- Bravonel se salió a hacerle compañía a Amado que seguía molesto con los policías que no lo dejaron entrar, Bravonel le dijo en son de broma:

-¿Ya vez lo que te pasa por machito?- Amado contestó:
-Vete a la chin… junto con ellos- los policías se molestaron y amenazaron con remitirlo a la cárcel y justo en ese momento salían Flavio y Tello del antro y Tello maltrató a los policías y se armó la trifulca que terminó con dos hombres golpeados y en la cárcel: Amado y Tello, era casi media noche cuando René se presentó en la barandilla, pagó la multa y los dos rijosos hermanos fueron liberados, luego todos volvieron a sus casas en sana paz.

Llegó la mañana y temprano salíeron rumbo al Parque Bonfil que parecía un hormiguero de gentes, saludados por los marineros abordaron aquel barco negro con blanco que ostentaba el impecable nombre de «El Catrín» que era capitaneado por un hombre alto de anchas espaldas y voz de locutor de nombre Roberto Becerra Jasso, René era primer marinero, el otro marinero la memoria solo lo registra con el apodo de «El tripas», un motorista, su ayudante, el cocinero, Amado era el «pavo»y Bravonel era el visitante, en menos que lo cuento se hicieron a la mar y pronto el faro quedó en la popa del Catrín que apuntaba su proa hacia el norte, a estribor se extendía una breve línea que era tierra y a babor el inmenso mar.

Fue un mes de desveladas, mareos y muchos cigarros fumados bajo la brisa y el furioso oleaje, un viaje lleno de nuevas experiencias, de conocimiento y de aventura, Bravonel no recuerda el porqué él y Amado dejaron el Catrín para regresar a Mazatlán por tierra solo sabe que salieron en una panga más al norte de Mármol, llegaron a Culiacán y de allí tomaron un autobús a Costa Rica, dónde vivían un tío de Amado, llamado Toño que era ferrocarrilero y vivía con su familia en una cuadrilla; un vagón de ferrocarril equipado con camas, estufa, baño y regadera, esa noche fueron al cine Amado, dos de sus primos: Reyna y Jesús, y Bravonel que a medía película se quedó dormido, Amado había comprado unos discos, por aquellos tiempos sonaban algunas canciones de moda como: Zacazonapan con Toño Zamora, El muchacho moderno con Manny Pérez, Déjenme llorar de Los Freddy’s, A tu recuerdo con Los Angeles Negros, entre otras.

Luego de esa noche de cine en Costa Rica, tomaron otro autobús y llegaron a Mazatlán, René ya tenía camarones en todas las presentaciones, caracol y obviamente cervezas heladas, un vecino lo acompañaba, el nombre se quedó en la nebulosa del tiempo, Bravonel solo recuerda que era músico de Los Nueve con Tomás, grupo sesentero de Mazatlán, abundaron mariscos, cervezas, plática, la risa, el chascarrillo y buena música, luego vinieron las complacencias, Amado ponía música de Javier Solis y Pedro Infante mientras se aventaba su característico grito, René por su parte prefería Beatriz Adriana y Felipe Arriaga, Renecito y Edith buscaban un disco de color rojo transparente y se lo daban a su papá ante la sonrisa complaciente de Santos, se trataba de Cangrejito playero de Acapulco Tropical, entrado Bravonel en confianza, escogió un disco de los nuevos que Amado había comprado en Culiacán, era de Los Angeles Negros y la canción A tu recuerdo y se lo dió al vecino músico que lo colocó rápidamente en la consola, al oír René los primeros acordes de la canción lo quitó y el disco fue a parar a media calle y puso uno de él.

Bravonel volvió a su pueblo natal y relató a sus amigos el fabuloso viaje a bordo del Catrín exagerando un poco los detalle, ocho años después regresaría nuevamente al mar en una segunda aventura y se quedó a vivir allí sin olvidar a su pueblo, su barrio, sus amigos y todo lo que huele a pueblo, a terruño, a Ruiz, el entrañable pedacito de Nayarit que vive y palpita en su corazón.

©Bravonel 🇲🇽               25/feb/2024

(†) A la memoria de:
Don Octaviano Ramírez
Doña Chabela Domínguez
Eleuterio Ramirez «Tello»
Amador Ramirez
Santos Ramirez
René Valenzuela.

**Y con mi eterno agradecimiento a Flavio Ramírez, mi amigo, paisano y vecino ruizcense con quién acabo de tener una breve pero amena charla con la que terminé de escribir este «olvido».

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